lunes, 22 de noviembre de 2010

El tigre celta era un tigretón de chocolate...

Irracionalidad. Ese es exactamente el término con el que definiría el ambiente a día de hoy y tras padecer la economía mundial la crisis más global jamás conocida.
Es irracional que nadie, absolutamente nadie predijera con acierto lo que se nos venía encima. Ni siquiera Nostradamus acertó en esta ocasión. Todos olisqueábamos en el aire el pinchazo de la burbuja inmobiliaria en nuestro país, pero nadie pudo prevenir el desastre posterior. Primera conclusión: hay mucho economista de salón, que lo mejor que pudiera hacer es meterse en un agujero y no salir nunca más de él.
Es irracional que nos demos cuenta ahora que la globalización tiene ventajas y desventajas; pero que nadie nos cuente que no nos dábamos cuenta de que el dinero, las operaciones financieras, hacía tiempo que había derribado las fronteras, y que el dinero ni tiene límites ni tiene ética: cuanto más, mejor. Luego el concepto dinero es, por definición, el ultra liberalismo en sí.
Es irracional que todos, en más o menos medida, sucumbiésemos a un modelo de consumo sin fin, aposentado en el modelo ficticio exportado por las diversas y múltiples formas de propaganda liberal de los USA. Nadie le contaba a los "telespectadores" que en el sueño americano, para que triunfe uno, cien deben fracasar y aceptar su destino sin levantar la voz. Y ahora, cuando nos han endeudado hasta la tercera generación, ya nos piden las cuentas y nos damos de bruces con la realidad: que no tenemos tanto como pensábamos, y que nuestro trabajo-conocimiento quizás no nos llegue para saldar la deuda a 15, 20 o 30 años que hemos firmado con esa economía financiera global.
Es irracional, por fin, que justamente los países que han seguido a pies juntillas los dictados de la economía ultra liberal son los que ahora han de ser rescatados por sus Estados (que como todo el mundo sabe, en la ideología del dinero, sobran). Los Estados Unidos de Norteamérica, Islandia, Irlanda, Grecia -en tan sólo 4 años de gobiernos conservadores-,etc.
Y preguntándome el por qué, he llegado a una conclusión muy sencilla y bastante racional: el ultra liberalismo se asienta en axiomas como "libertad", "individualidad", "talento", "riesgo", etc; ninguno de los derechos sociales conquistados durante más de 150 años en Europa, principalmente, forman parte de su ideario. El dinero no entiende de derechos. Es más, las leyes nacen de la necesidad de los pueblos de regular los excesos de los ricos -del dinero, del poder militar, de la casta, de la familia...-, y por ello, la ideología que sustenta al dinero como totem o eje vital no tiene por qué atenerse a reglas, a leyes, a fronteras o a derechos sociales.
Y así, no es irracional pensar que los "mercados" -o los mercaderes- se han dedicado durante las últimas décadas a un sistemático desmantelamiento de los derechos sociales, de los Estados sociales, de los controles de la ciudadanía, para llegar a este moemnto: a la irracionalidad absoluta de conseguir hundir a aquellos Estados que se hicieron el hara kiri económico en pos de un éxito neoliberal absoluto. El utópico crecimiento sin fin que no requiere de políticos, ni de administraciones, ni de impuestos, ni de derechos.
Asistimos al desconcierto mayúsculo de países europeos que se creían que los mercados les iban a respetar décadas de constitucionalismo, décadas de derechos de los trabajadores, salarios dignos, seguridad social, educación universal, bienestar social, y que al final han sufrido la máxima de dichos mercados: si alguien me lo hace más barato, que te den, que ya no hay fronteras.
Lo dicho, ese tigre celta, Irlanda, es ahora un tigretón de chocolate al que los mercados se van a zampar en dos bocados; y lo malo es que después, si les sale bien la operación, irán a por otros. Los mercados han olido beneficios a corto plazo con la especulación de los fondos de rescate europeos y los quieren ya.
¡Ah! Y la mayor irracionalidad de todas es la siguiente: que todos estos países son democráticos, que a esos gobiernos los auparon millones y millones de votos de trabajadores...

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