viernes, 12 de marzo de 2010

Adiós, Mochuelo.

Hoy paso de política, de economía o de otras cosas serias. Quiero escribir de algo más serio aún: del fallecimiento de un gran escritor. Para mí, de uno de los más grandes escritores en lengua castellana. Miguel Delibes es quien me hizo lector de verdad, de los de comprar libros en las librerías, de los de acumular libros en las estanterías, de los de apreciar una lengua como posiblemente hayan pocas, el castellano: recio, directo, descriptivo, sin florituras, del pueblo.

Mis primeros dos libros de referencia -una vez superada la fase de la literatura juvenil y tras devorar a Julio Verne, a Mark Twain, a Lewis Carroll, a Dumas o a Víctor Hugo- fueron dos maravillas; una de Mario Vargas Llosa, "La ciudad y los perros" -que me dejó noqueado ante una nueva forma de escribir, desconocida para mis 12 o 13 años- y la otra, la que me abrió los ojos a los clásicos españoles, del castellano de España -que empecé a leer y a escribir a partir de los 10 u 11 años, pues mi lengua materna es el francés- no fue otro que  “Las ratas”. Luego, de seguido, me leí de un tirón "El camino".
Me engancharon esos personajes sencillos, rurales, transparentes, brutotes y típicos que reflejaban como nadie lo que me contaba mi madre -segoviana espartana- o mis tíos y abuelos maternos.
Posteriormente devoré, “la sombra del ciprés…”, la hoja roja”, “Diario de un emigrante”, “Cinco horas con Mario”,  “El disputado voto del señor Cayo” o la magnífica "El hereje".
En fin, que con Don Miguel Delibes muere parte de mi infancia, de mi amor a los libros –no sólo a la lectura, si no a los libros- y de una época de descubrimientos en que el arte, en todas sus facetas, me encadenó para los restos.
En fin; descansen en paz el Nini, el Mochuelo, Quino el manco, la Mica, el Tiñoso o Roque el Moñigo…

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