Mis primeros dos libros de referencia -una vez superada la fase de la literatura juvenil y tras devorar a Julio Verne, a Mark Twain, a Lewis Carroll, a Dumas o a Víctor Hugo- fueron dos maravillas; una de Mario Vargas Llosa, "La ciudad y los perros" -que me dejó noqueado ante una nueva forma de escribir, desconocida para mis 12 o 13 años- y la otra, la que me abrió los ojos a los clásicos españoles, del castellano de España -que empecé a leer y a escribir a partir de los 10 u 11 años, pues mi lengua materna es el francés- no fue otro que “Las ratas”. Luego, de seguido, me leí de un tirón "El camino".
Me engancharon esos personajes sencillos, rurales, transparentes, brutotes y típicos que reflejaban como nadie lo que me contaba mi madre -segoviana espartana- o mis tíos y abuelos maternos.
Posteriormente devoré, “la sombra del ciprés…”, la hoja roja”, “Diario de un emigrante”, “Cinco horas con Mario”, “El disputado voto del señor Cayo” o la magnífica "El hereje".
En fin, que con Don Miguel Delibes muere parte de mi infancia, de mi amor a los libros –no sólo a la lectura, si no a los libros- y de una época de descubrimientos en que el arte, en todas sus facetas, me encadenó para los restos.
En fin; descansen en paz el Nini, el Mochuelo, Quino el manco, la Mica, el Tiñoso o Roque el Moñigo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario