O al menos eso es lo que no logran aquellos que quieren hacerlo.
Lo vimos hace dos días en las concentraciones en repulsa por la muerte de dos agentes de la guardia civil en Francia a manos de tres etarras.
Lo vimos ayer en los funerales de Estado por el joven guardia civil, Trapero.
Lo vemos hoy cuando, a penas tres días después de la muerte del joven, tras la detención de dos de los tres asesinos, conociendo hoy de la detención de otro terrorista en el País vasco,..., observamos como con la boca pequeña algunos, los de siempre, sin complejos, ¡o ya con alguno!, piden y ofrecen la unidad de los "demócratas" -definidme este término, por favor- como mejor herramienta de lucha contra el terror y tienen la desvergüenza de pedir a los demás -¡a todos los demás demócratas!- que vuelvan al pacto por las libertades y contra el terrorismo, que no busquen atajos para eliminar a la banda terrorista, que ilegalicen a ANV, que cumplan íntegramente las condenas los acusados, que se retire del Congreso la autorización para negociar con ETA en un futuro... más madera al discurso de la división, y todo ello ofreciendo a la vez consenso y apoyo al Gobierno en la lucha antiterrorista.
Manda huevos, que hubiera dicho el otro...
Decía el otro día que en el PP dicen una cosa y predican otra, y ese fariseismo político o extraño bipolarismo cerebral es el que no consigue engañar a nadie.
Lo decía el próximo jubilado -de jubileo, descanso- Manuel Marín: los hay que han cruzado todas las líneas rojas, que no tienen sentido del límite y que repiten de nuevo la táctica de desestabilización total del Estado para volver al poder. Les salió bien en los años 90 -con contubernio y conspiración de medios de comunicación incluido- y ahora intentan repetir la historia.
Pero falla algo. Falla que ya nos suena la jugada. Suenan sus argumentos a los mismos que esgrimieron para justificar la inexistencia de una huelga general, la marea negra de chapapote del Prestige, las armas de destrucción masiva que justificaban la invasión de Iraq o las mentiras de Aznar, Rajoy, Acebes o Zaplana para "convencer" a los españoles y al mundo entero que el atentado del 11-M era obra de ETA y que quien dijera otra cosa era un miserable.
Suena todo a viejo.
Por eso los ciudadanos no se creen este viraje de 180º del PP: no creen en su buena fé para apoyar al Gobierno contra ETA; no se creen su vuelta al redil de la cordura, de la mesura y la templanza; no se creen que no nos mientan una vez más; no se creen que el PP haya vuelto a tener la decencia de tener límites en la crítica y en lo criticable.
Yo ya no creo al PP. Y lo peor de todo: yo ya no voy a creer nunca más al PP, porque han demostrado que los adversarios políticos somos algo más: somos, para casi todos ellos, ENEMIGOS. Así ven ellos la discrepancia, como un acto de guerra.
Por todo ello, por evocar lo peor de las dos Españas, sólo espero una derrota electoral del PP sin paliativos, "monumental", que les pongan en la necesidad de refundarse de nuevo, de replantearse la forma de servir a los españoles de nuevo. Porque la alternancia democrática es buena, pero si la alternativa es un atajo de mentirosos y de manipuladores apoyados por intereses mediáticos extremistas, no deseo facilitar esa alternancia y lucharé con todas mis fuerzas, democráticamente, para evitarlo. Porque no será buena ni para España ni para sus ciudadanos.