sábado, 2 de mayo de 2009

Esperanza para el fin de semana del 1 de mayo.



Espero descubrírle esta canción a alguno de vosotros/as. Es una joya y esta es "mi historia con ella".
Estaba tomando un té a la menta a media mañana, cuando más aprieta el calor, en el café des épices, en el souk del mismo nombre en Marrakech, y esta canción sonaba de fondo en una microcadena en la barra. Enseguida miré hacia allí, en busca de una respuesta.
Ya estaba mosqueado porque llevaba meses buscando la autoría del tema, desde que la oí en un anuncio de una marca de ropa en España. Me parecía una melodía maravillosa y una voz negra de escándalo: melancólica, profunda, sentida... puro soul. Nina Simone o Winehouse, al menos.
Así que le pregunto en francés a la joven camarera marroquí que me estaba atendiento y enarca las cejas diciéndome que no conoce al cantante, que no entiende -la realidad es que pensaría que estaba chiflado: un español preguntándole en francés por una cancíón norteamericana cantada en correcto inglés de las islas...-.
Otra vez frustrado: el estribillo me reconcomía e, inútilmente, intentaba sacar de mi memoria Ram musical algún detalle que me sugiriera quién podía ser el cantante o el grupo. Era demasiado bueno para no conocerlos de antes.
En la mesita de al lado, agazapado y laxo, un tipo con melena al viento, de piel curtida, gafas de sol caladas con sombra blanquecina debajo, signo inequívoco de que ese era su sitio natural, la barba de tres días, con alguna cana, me mira, me sonríe y me suelta:
-"Antony and the Johnsons"-
-"¿Qué?"- le balbuceo.
-"Antony and the Johnsons. Un grupo americano que se puso muy de moda hace más de un par de años o así, tiene un disco conocido pero peta los conciertos que toca en los USA y centro Europa. Es la leche, a mi me gustan mucho, y es normal que no los conozca mucha gente porque tienen su propio circuito, no están en las radio fórmulas..., puro sentimiento"-
Tras media hora de conversación sobre viajes, sobre músicas y culturas extrañas a nuestra forma de vida, después de contarme como era Calcuta o Phnom Phen, Delhi o Kinshasa y porqué era la quinta vez que visitaba Marraquech, esta vez camino del desierto en su vieja moto -¡una Yamaha special 250!-, le reconocí que jamás me hubiera imaginado ese instante: dos tipos desconocidos, españoles, en un país diferente y extraño, hablando de música soul y de parajes exóticos, duros, que marcan...
¡La leche, como es la vida!, pensé.
Pasé uno de los momentos más agradables de la semana y disfruté cada minuto de conversación, con un té en la mano, sin prisas, aprendiendo... y sigo sin saber como se llama este tipo. No nos preguntamos los nombres; sólo sé que era de Lérida y que había vivido en Tarragona. Disfrutamos ese momento, como si fuera el último. Y de hecho fue el último, porque no me lo volví a cruzar.
Espero que ese gran viaje al gran sur, al Sahara,en su vieja y pequeña moto le haya salido como él lo estaba soñando mientras me lo contaba. Lo deseo sinceramente.
Y por cierto: Antony no es negro, pero ¡qué voz!.

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