domingo, 19 de abril de 2009

Europa versus África.


Estoy de vuelta -y no es una amenaza-.
He "disfrutado" de unos días de descanso laboral, que no físico ni mental, viajando a Marruecos. Era un viaje aplazado desde las navidades pasadas, en las que los pilotos y los controladores aéreos, los que cobran más que muchos políticos, estaban de huelga porque no se les subía más el sueldo.
En verdad, soy un turista un poco atípico: es verdad que me atraen el arte y la cultura -soy restaurador de profesión y adoro el mundo del arte y la creación artística en general- o los atractivos naturales, pero no busco una foto fija de los sitios o lugares más frecuentados por extranjeros curiosos, ni las experiencias viajeras que permitan a posteriori un relato ameno y literario... si coinciden en mi camino, bien; y si no, no me lo reprocho a la vuelta. Siempre quedará un motivo para volver...
Cuando viajo busco respuestas a lo que he leído, visto, a lo que allí percibo o me sugiero al juntar las piezas de un complejo puzzle. Observo, pregunto, retengo, analizo y comparo. Y luego, asimilo.
Comparo lo que he vivido, y como lo he hecho hasta ahora, con esa visión compleja que compongo del lugar al que viajo; y disfruto, o, como esta vez, también sufro.
Esta es mi primera aproximación a África. Al Magreb, si, pero a África. Y es duro, muy duro, lo que uno percibe y apercibe cuando rasca un poco la superficial capa de barniz de lugar turístico incipiente que ya posee, por ejemplo, Marrakech.
No lo puedo evitar: comparo... y me avergüenzo. Cuando veo como viven millones de personas, me avergüenzo de nuestra frivolidad, de nuestra superficialidad, de los "dramas" artificiales que nos montamos en España, en Europa, en el llamado primer mundo. Vivimos una farsa de consumo exacerbado, de inútil lujo desmedido, de apariencia, de insolidaridad -incluso entre nuestro núcleo vital más cercano, familiar-. Perseguimos metas inútiles y pasamos la vida en ello. Que triste.
Tras patearte el lado feo de unas ciudades o pueblos de un país en vías de desarrollo -vaya eufemismo más cínico- me doy cuenta que vivimos una quimera que sólo se sostiene si vives de espaldas a la realidad de sitios como este, como Marruecos, por ejemplo, y si decides olvidarte de la justicia social, de la solidaridad y de la igualdad entre pueblos y seres humanos. Si no te importa el resto de tu mundo.
Ya sé que esto sonará demagógico en boca de alguien como yo, dedicado a la política en este primer mundo, y con un nivel de vida más que aceptable. Lo sé, y me arriesgo a la crítica fácil; pero no sería consecuente si no dijera que lo que he sacado en limpio de este viaje a Marrakech, a Essaouira, a Chichaoua... es que no tenemos derecho al desánimo, a la desesperanza o a la queja ante la injusticia de millones de personas que mal viven en la pobreza, al borde de la miseria, sin apoyo de su Estado, sin un horizonte para la esperanza, sin lugar a la equivocación o al fracaso... la verdad es que no entiendo aún -y lo procesaré en estos próximos días para poder escribir al respecto- como los niños, algunos vestidos con sucios harapos, aún sonríen y te preguntan felices, o eso aparentan, por el Madrid o por el Barcelona...
Europa es su sueño, su horizonte de cielos despejados y soleados. Y España es la puerta de ese cielo al que llaman, como cantaría Bob Dylan inmejorablemente; y nosotros su modelo de triunfo como colectivo. Nos aprecian de corazón, siempre atentos a un gesto amable, de complicidad entre los que una vez fuimos hermanos de un mismo pueblo... que ya queda tan lejos, en el tiempo y en la memoria.
Nos aprecian por encima de a otros europeos, de a otros extranjeros que por allí desfilan en manadas; nos ven más suyos... nos perdonan nuestros desplantes y ese secular desprecio y obligado olvido al que les hemos sometido desde hace siglos.
Por eso me avergüenzo, y me da aún más pena. Porque quizás no apreciemos en todo su valor la suerte que hemos tenido al estar a este lado del Estrecho de Gibraltar y no al otro, por ser europeos y no africanos, por haber tenido a una Unión Europea solidaria con nosotros y no aranceles comerciales abusivos o materias primas explotadas por países ávidos de... frivolidad y apariencia.
En fín, y aunque parezca lo contrario, he apreciado y asimilado cada minuto de tiempo pasado allí, cada sensación, cada recuerdo fijado en mi cerebro en forma de imagen, de olor o de sonido, y eso me hace más feliz porque, al menos, tengo conciencia de cómo son realmente las cosas de este mundo y prefiero no mirar para otro lado.
Otro día escribiré sobre lo bello de esta ciudad de Marrakech, la Roja, sobre su plaza de Jemaa El Fna o del "encuentro de los muertos" o sobre sus zocos, sus palmerales y sus magníficos riads. Hoy tocaba otra cosa...

2 comentarios:

Socialistas de Cuzcurrita dijo...

Vaya profundidad, elegancia, sinceridad, vaya descripción más bella y humana, más tierna y útil.

Vivimos en una increible realidad carente de valores y de gestos, de caricias y sonrisas.

Es una lectura conmovedora que enseña tantas cosas que...


Salud y Progreso.

LUCRONIO dijo...

Te ha marcado el viaje eh¡¡ Esas son las buenas experiencias, las que te dejan grabado algo en tus adentros.
Me alegro de que hayas disfrutado.
Para mí no es un destino prioritario pero no descarto visitarlo.
Un saludo.