... y no me refiero al mini trasvase o la recanalización o al transporte de sobrantes o a la actuación puntual y extraordinaria de dar de beber este otoño a la ciudad de Barcelona con agua del Ebro. No van precisamente por ahí los tiros.
Aguas revueltas en el PP. Aguas muy revueltas, porque por fín ha estallado la crisis no reconocida que, en estado latente, subyacía, cual larva, en la alternativa política de derechas en este país. Se veía venir.
Todos sabíamos que el PP es un partido político sin ideología clara, amalgama de sensibilidades, idearios y filosofías varias que abarcan desde la extrema derecha al liberalismo con corazón que casi se asemeja más a la socialdemocracia que al conservadurismo del Partido Popular Europeo.Un guirigay, vamos.
Y así andaban ellos, callados, satisfechos por su situación, contentos por su influencia y proyección todos y cada uno de los representantes de las distintas corrientes peperas, en un dificil equilibrio apenas cohesionado por dos circunstancias claves: la dictadura orgánica e institucional de Aznar, y la atención sin tapujos a costa de los presupuestos generales del Estado o del tráfico de influencias de cuantos intereses personales se han planteado para benefico propio o del correspondiente clan durante más de una década.
Porque todos sabemos que la cohesión en el PP sólo se ha dado cuando alguien ha mandado como "Dios manda" y cuando se ha permitido a los cargos nominados o a sus apoyos hacerse con un interesante patrimonio familiar... y lo dejo ahí.
Ahora cambian las circunstancias y reaparece el verdadero PP: no mandan, ni como Dios ni como nada, y,además, ya tienen poco por repartir entre tantos dada la primera circunstancia adversa antes mencionada. No pueden repartir entre muchos lo que antes repartían entre pocos, y no nos engañemos, Rajoy no es Aznar, ha fracasado, con lo que nadie le teme y se le suben todos y todas a las barbas.
Aguas revueltas pues en el PP, y escenario oscuro para esta Legislatura en un partido cohesionado artificialmente y que en el fondo ni tiene ideología, ni tiene programa de gobierno de país, ni tiene alternativa de sociedad moderna, ni tiene liderazgo interno claro.
Al final, las mesas camillas, los pasteleos de salón o los proyectos unipersonales duran lo que duran, y suelen terminar muy mal.
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